Los activos emocionales de las empresas marcan la diferencia.

Nos estamos aproximando a los desconocidos, a cambio de alejarnos de los conocidos…. esta frase escuchada en una ponencia de un evento empresarial,  hace referencia a la obsesión de los CEOS por las redes sociales, y quizás refleja un cambio en la escala de prioridades de la empresa.

El cliente ha vuelto a ser coronado por mor de las nuevas tecnologías, el vínculo emocional con nuestros empleados importa bastante menos que el marketing viral, los impactos a través de la red nos ponen mucho más que la fidelidad de nuestros equipos.

El bienestar emocional es fundamental en la sostenibilidad estructural de las empresas del siglo XXI.

Es necesario valorar la empatía de nuestros directivos, las motivaciones reales de nuestros equipos, su capacidad de comprometerse con la Dirección de la empresa, detectar las zonas de bajo rendimiento (oscuridad) y la felicidad-bienestar de los empleados (luz) , fomentar el espíritu de equipo, que es absolutamente compatible con la orientación a resultados  de las personas y con la inteligencia colectiva que contiene cada organización desde la base de la pirámide laboral, así como su capacidad de generar ideas innovadoras.

El proceso es de una lógica aristotélica, es decir, refleja la realidad de la empresa tal como es, pero hay que activarse desde el hemisferio derecho (emocional) de nuestro cerebro.

Si no escuchamos activamente no detectamos el talento en las personas, y por ende no lo retenemos en nuestra organización. A partir de aquí no debería ser difícil practicar la asertividad y la claridad en la comunicación, y desde este punto , deberíamos poder encajar con los objetivos que emocionan y motivan realmente a nuestra gente, cosa tan interesante, al menos, como los ratios de productividad a los que les sometemos.

La experiencia nos enseña que existe una carencia extendida en las empresas desde casi siempre y en casi todo el mundo. Se trata de la dificultad que tienen los mandos intermedios de trasladar a sus equipos el compromiso que les ha empoderado y les ha transformado a ellos en los auténticos pilares de la célula empresarial. 

Y probablemente esto sucede porque nadie les dice que tienen que hacerlo, de forma que los mandos se limitan a resolver cosas, que es algo mucho más prosaico, pero no llegan a cubrir todas las necesidades de las personas que trabajan con ellos, que acaban desmotivados porque no encuentran sentido a su trabajo.

Hago referencia a las necesidades emocionales, más que a las materiales, como la evidencia de sentirse útil en una organización.. hacer de tu trabajo tu propósito de vida, aportar soluciones desde la pasión por lo que haces, saber que existen opciones de crecer dentro de la empresa desde un liderazgo sano y motivador, gozar de flexibilidad de horarios.

Todo este potencial se mantiene oculto si los mandos no se comunican de forma clara con sus equipos. 

 En ausencia del vínculo emocional adecuado entre mando y equipo,  entra en escena la famosa zona de confort, que es el momento en que nos dicen aquello tan manido de: “me encanta mi trabajo”, cuando lo que realmente quieren decir es: “le he pillado el punto a mi puesto para que no se note que no me esfuerzo en mejorarlo”, y en consecuencia, dejan de aportar valor añadido.

Y mientras tanto, los CEOS, siguen invirtiendo en E-COMERCE, LEAN y en nuevos CRM. En pocas ocasiones apostamos por investigar en nuestros protocolos de comunicación, o analizar cómo se relacionan nuestros empleados de diferentes departamentos entre sí. Mientras tanto, una especie de asepsia emocional generalizada, consigue que alguien considere un tema resuelto cuando logra trasladarlo de departamento, o peor aún, cuando se hace viejo y nos habituamos a vivir con él.

Parece evidente que ha llegado la hora de la revolución emocional en las organizaciones, en el XIX se produjo la revolución industrial, y en el XX la tecnológica, ahora, en el siglo XXI, deberíamos escuchar a Tower Watson cuando afirma en su Global Work-force que invertir en motivación y bienestar laboral produce un retorno de 6 dólares por cada 1, y a los técnicos del Iopener Institute of Oxford que sostienen que los empleados felices dedican un 65% más de energía mental y física en el desarrollo de sus actividades.

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